Una mujer caminaba triste por las afueras de la ciudad, jamás su cuerpo podría dar el fruto que la mayoría de las mujeres espera dar: un hijo. Su marido decía amarla igualmente, mas ella notaba sus cambios de humor y más que nada, sentía como crecía el odio a sí misma que se provocaba por no ser una mujer de verdad, por no convertirse jamás en una mujer de verdad como dicen en las esquinas.
Un viejo árbol le sirvió de apoyo durante un rato. Al principio no notó nada diferente en ese árbol viejo y casi muerto, sin embargo, era muy diferente a todos los demás árboles de alrededor: este estaba casi muerto y los demás rebosaban de vida.
Muy triste por su situación la mujer lloró y lloró y de tanto llorar se quedó dormida a los pies de este árbol. Una vez que se quedó dormida tuvo un extraño sueño: el árbol le hablaba y le acariciaba los cabellos con sus secas ramas. Asustada por la pesadilla se despertó y al incorporarse descubrió que la pesadilla no era tal, sino una realidad. El árbol le estaba susurrando y le acariciaba con sus ramas. La mujer sorprendida quiso huir, pero el árbol no la dejó. “déjame ir” gritó la mujer, “primero escucha lo que te diré” murmuró el árbol entre siniestro y suplicante. “soy el árbol más viejo del lugar, he visto nacer y morir a muchos como yo, todos convertidos en astillas, he vivido más años que tu familia y la familia de tu marido juntos, pero soy muy desdichado. Nunca he dado frutos, nunca he sabido lo que es florecer y dar frutos, los pájaros que en mi habitan se ríen de mi fatal estrella. En tu sueño pude ver como a ti te pasa lo mismo. No sabes cuánto te comprendo, no sabes cómo siento la misma impotencia que tú, la esterilidad, el deseo y la negación. Tengo una propuesta que hacerte”. La mujer seducida por las palabras del tronco aún viviente escuchó la terrible propuesta: convertirse en uno solo para así juntos dar frutos.
La mujer no quiso, se negó a la posibilidad de perderse en ese tronco añoso para siempre a cambio de tener hijos, como creyó que sería la historia. Fatal error. El árbol convenció a la mujer de internarse en su milenario tronco para formar la más oscura de las uniones. Una vez que las entrañas se abrieron la mujer, confusa aún, entró en la profundidad del árbol. La promesa era que saldría una vez que el árbol se rejuveneciera con su sola presencia, cosa que no pasó. Al cabo de unas horas, la mujer comenzó a desesperarse y querer salir de su prisión de madera. El árbol no la escuchaba y cerraba aún más el espacio de la mujer. Así fue hasta que logró ahogarla y pinchando suavemente la arteria principal la desangró y se llenó el tronco vacío con la sangre de la desdichada mujer. Sin embargo no la mató, si la mataba no lograría su cometido.
Pasaron los meses y el árbol mantenía cautiva a la estéril mujer. Al pasar el invierno la mujer despierta con un suave gemido desde el exterior de su prisión. “auxilió” gritó. El gemido pronto se convirtió en llanto. “auxilio, estoy atrapada aquí adentro” volvió a gritar la mujer, pero no había respuesta. Una siniestra risa se escuchó desde el interior. El árbol le dijo: “nada sacas con gritar mujer, nadie te escuchará, nadie te recuerda ya, todos piensan que te has ido, que te has marchado y que no volverás jamás. Nadie te recuerda ya, nadie, y para nadie eres necesaria, salvo para mí ¿por qué insistes en escapar? Soy yo quién te cuida. A mi lado nada malo te pasará y lo mejor de todo podrás tener esto…”al pronunciar estas últimas palabras el árbol dejó entrever un espacio al exterior y la mujer contemplo con horror cómo del árbol salían pequeñas cabezas como frutos. Pequeñas cabezas que nacían de una flor y que al abrirse dejaban entrever la arrugada e hinchada cara de un recién nacido, pero nada más, eran solo cabezas de personas como frutos de árbol. Las cabezas lloraba y gemían, pronto el árbol se llenó de ellas y le dijo a la mujer: “aquí está nuestro trato, estos son mis frutos, estos son los hijos que tendrás, mírales, son nuestros, mis frutos, tus hijos, nuestra creación”. Horrorizada la mujer quiso escapar, pero no pudo, las raíces le habían penetrado el cuerpo y se hacía una con el siniestro árbol que la poseía como a una prisionera eterna, gritó nuevamente, pero nada, el árbol se reía de ella, de su ingenuidad, de su tenaz estupidez. “mira a tus hijos mujer y quiéreles como yo les quiero”. La mujer rompió en llanto y al hacer esto todas las cabezas del árbol comenzaron a llorar al mismo tiempo, todas lloraban como una diabólica sinfonía, como una oscuro canto de ángeles sin cuerpo que colgaban del árbol más tenebroso del bosque.
Las cabezas crecieron. A medida que pasaba el tiempo las cabezas se iban envejeciendo, maduraban, al cabo de un tiempo, dejaron de ser recién nacidos y fueron niños, luego adolescentes y en esa época los pájaros, que anteriormente se reían del árbol, acudieron a hacer nidos en sus ramas. Ahora le querían, ahora le respetaban. Las cabezas frutos comenzaron a hablar. Hablaban mucho entre ellas, habían mujeres, niños, hombres, todos hablaban, lloraban, hacían gestos, se reían, se reían mucho, gritaban, era una orquesta de voces horrorosas que no paraba ni de día ni de noche.
Las cabezas se quejaban, se quejaban mucho, eran horribles, cabezas de personas colgaban del árbol como frutos, pero los pájaros seducidos por este espectáculo se acercaban y les daban piquitos, pequeños piquitos. Las cabezas crecían, crecían y envejecían, maduraban, llegaban a la adultez y luego a la vejez, una vez que ese momento llegaba las cabezas caían por la fuerza de gravedad y aún vivas, eran atacadas por los pájaros que se las peleaban para comérselas. Era un dantesco espectáculo, la sangre salpicaba, las cabezas aún vivas gritaban de espanto y de dolor, los pájaros se comían los ojos y volaban, se comían la cabeza y tomaban sus cabellos volvían a sus nidos hechos con los cabellos en las ramas del árbol.
Y así es la historia. La mujer aún prisionera mira con espanto y resignación lo que sucede afuera, las cabezas parlotean y se ríen del futuro de los más viejos que caen y son comidos vorazmente por los pájaros. El árbol feliz con su creación sigue alimentando a la mujer que da más frutos, más cabezas que cuelgan del miserable árbol egoísta. Las cabezas ingenuas se ríen y disfrutan mientras puedan, mientras les quede tiempo, antes de madurar, caer y ser comidos, inevitablemente, por los pájaros.
2 comments:
que bueno el cuento, atractivo en el horror que transmite, en la fatalidad, me da la impresión de una visión de los seres humanos, la creación de una mezcla innoble, urgida por la necesidad, sostenidos por no sabemos qué, ajenos al espectáculo que somos, desapareciendo como una triste función del tiempo, saludos
Buen comienzo
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